domingo, 26 de octubre de 2014

Simplemente una historia (parte 4)

¿Qué aria? simplemente no lo sabia, fue en ese momento que sentí a alguien pararse a mi lado, era un hombre vestido completamente de blanco, de alrededor de unos cuarenta años, ese sujeto miraba fijamente mi tumba, jamás lo había visto, ¿quién era?
-Un muchacho joven, dijo el hombre yo lo miraba fijamente cuando él se güiro a verme y me sonrió.
-Puedes verme, dije incrédulo, nadie hasta ahora me había podido ver, ni escuchar.
-Claro Javier, de seguro que debes estar muy confundido, pero no te preocupes que todo ira bien, dijo el hombre con una voz serena.
-¿Quién eres?, pregunte, él me decía que todo iría bien, como las cosas podrían ir bien.
-Soy un ángel, he venido por ti para guiarte por el camino que debes seguir, dijo el sujeto sonriendo, yo retrocedí algunos pasos, irme eso no lo había pensado, no quería irme dejando a mi familia así, no me quería ir, era injusto.
-No me quiero ir, es injusto yo no debí haber muerto, tenia toda una vida por delante, le grite a ese hombre.
-Javier y que pretendes hacer, los acontecimiento ya han pasado y el tiempo no puede retroceder, este era tu destino, tienes que seguir avanzando, ya no eres parte de este mundo, dijo el hombre, pero yo di media vuelta y salí corriendo del cementerio, simplemente no quería aun marcharme, no estaba preparado para eso, el hombre no me siguió pero aun así seguí corriendo hasta llegar a mi casa.
Los días comenzaron a trascurrir tan pesadamente y en una atmósfera completamente lúgubre entre las paredes que conformaban mi casa, mi padre había vuelto a la casa para cuidar a mi madre y Amanda, él era el que estaba llevando la casa, mamá era incapaz de hacer algo casi, pasaba todo el día durmiendo o sentada el el living con una foto mía entre sus mano llorando y suplicándome que volviera, papá intentaba animarla, pero nada de lo que él pudiera decirle era suficiente para sacarla de ese estado, ella ya casi no comía y no era la única, Laura estaba en el mismo estado, embargada en una melancolía absoluta, no conversaba con nadie, podía estar todo el día sentada en el sofá con un libro entre las manos, pero que no leía, en sus paginas habían quedado grabadas las lagrimas de su lectora, el marido de Laura y mi padre le decía que tenia que salir a delante por ella y por el bebe que llevaba en su vientre pero ella no quería, se echaba la culpa de lo que había pasado, si ella me hubiera cuidado mejor yo estaría en casa, me dolía verlas así, sin ganas de seguir, consumidas en las lagrimas, ya no tenían su brillo habitual que tanto me encantaba, ese animo único de ellas, Laura y mi mamá se parecían mucho, ambas había sido mi sol en mis días nublados, me decían que tras cada tormenta siempre había sol, eran quienes me tiraban el animo para arriba cuando andaba bajo, siempre con una sonrisa para brindar, pero ahora eso había desaparecido.
Papá salia temprano a dejar a Amanda a la escuela y después se iba trabajar, mientras mamá seguía dormida, como a la hora llegaba Laura, su marido la traía todo los días, supongo que mi padre y él se habían puesto de acuerdo para que ninguna de la dos se quedara sola en casa, en la tarde el furgón traía Amanda de la escuela, ella, mi pequeña hermanita era la que sufría en silencio, su mundo había cambiado de la noche a la mañana, mi mamá no hablaba con ella, por más que Amanda le hablara, Laura la veía un poquito en la tarde, pero al final Amanda pasaba toda la tarde en su cuarto sentada en su cama sin moverse, cuando llegaba papá le ayudaba hacer su tarea, le daba de cenar y la acostaba.
Esa era la rutina de mi familia todo los días iguales, ya había pasado un mes y no saben las ganas que tenia de hacer algo, ayudarlos yo quería que ellos continuaran, no quería ver a mamá llorar, no quería ver a Laura sin ganas de seguir, no quería ver a mi padre cargando con toda la responsabilidad, y no quería que Amanda creciera sin alegrías, un día que me senté en la cama al lado de Amanda ella de la nada comenzó a hablar.
-Javier, recuerdas cuando me enseñabas a leer o me ayudaste a aprender a andar en bicicleta, cuando me llevabas al parque porque yo quería jugar aunque tú no tuvieras tiempo o me aceptabas en tu cama cuando tenia una pesadilla, cuando lograbas sacarme una sonrisa aunque estuviera llorando, dijo Amanda al aire, yo la mire y la abrace por primera vez no la atravece, sabia que no me escuchaba pero al oído igual le dije que la amaba con todo el corazón y que siempre la cuidaría, fue en ese momento que me di cuenta del papel pegado en la muralla, yo se lo había escrito a Amanda y ella había colocado ahora una foto mía a su lado, el papel tenia escrita mi frase como decían todos, "sonríe aunque te inunden la lagrimas" me estire y lo cogí no supe como lo pude hacer, pero lo hice y se lo deje a su lado, mi hermaniata lo tomo y sonrió, su sonrisa tan linda que no había aparecido durante todo este tiempo, ella había comprendido mi mensaje, se levanto de la cama  y bajo corriendo las escaleras al comedor donde estaban mi padre y Laura con su marido tomando once, yo la seguí con una sonrisa, ella era realmente inteligente.
-Que pasa Amanda, dijo mi padre preocupada por por verla tan acelerada.
-Sonríe aunque te inunden las lagrimas, dijo Amanda como respuesta.
-Javier, dijo Laura, mi padre y su marido la vieron algo extrañados.
-Aunque nos duele el corazón por no tenerlo cerca y lo extrañamos mucho, hay que sonreír por él, por todo lo que nos enseño y porque a él siempre le gusto nuestras sonrisas y aunque llorar no es malo, a mi hermano le gustaría ver nuestras sonrisas y ver que podemos seguir adelante por él para que este orgulloso de nosotros, dijo Amanda sabiamente, mi padre la quedo mirando como su hija de seis año podía tener esa sabiduría, que a ellos les había faltado.
-Sonríe aunque las lagrimas te inunden, repitió Laura y sonrió por primera vez desde que todo había pasado, se levanto y abrazo a Amanda.
-Eres una niña maravillosa, Javier estará orgullosa de nosotras, seguiremos adelante porque se que él siempre nos cuidara, dijo Laura y mi padre y su marido sonrieron.
Los vi con una sonrisa, volvían a brillar habían despertado de ese letargo en que habían caído tras mi partida, habían comprendido que eso no era lo que yo quería para ellos y ahora me faltaba una sola persona por despertar, subí las escaleras y entre al cuarto donde dormía mi madre, me estire a su lado y ella pronuncio mi nombre.
Hola, aquí les dejo el cuarto fragmento se simplemente una historia, gracias por leerla y si te has perdido algún fragmente aquí les dejo los otro tres, hasta el próximo domingo.


2 comentarios:

  1. Jo, casi lloro... es fantástica esa fortaleza de Amanda y el final de este fragmento :) ¡Espero impaciente el siguiente!
    Un abrazo y pásate cuando quieras :3

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  2. Me ha recordado a una historia que leí hace tiempo en la que cuentan que los niños pequeños tienen una capacidad extrasensorial más desarrollada que los adultos y les resulta más fácil ver "la espritualidad". Yo personalmente creo que eso surge por las historias de los amigos invisibles que muchos niños dicen ver, pero se me ha venido a la mente al ver que Amanda ha sido capaz de percibir la presencia de su hermano. Ahora queda otro punto importante y dan ganas de seguir leyendo. Enhorabuena por esta historia que de momento, no decae, emociona y es intensa ^_^.

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